Por José Dos Santos, periodista
* Publicado en revista Clave, año 3, no. 1 (2001)
Una acuciosa y pormenorizada investigación, en la que sus herramientas como periodista estuvieron muy presentes, no bastaría para alcanzar la estatura de obra imprescindible que adquiere el libro de Leonardo Acosta Descarga cubana: el jazz en Cuba 1900- 1950.
En el caso de Leonardo, sus conocimientos rebasan los musicales, aunque básicamente se expresan en este campo. Sus inquietudes como intelectual-hombre de su época- le llevaron desde hace lustros a combinar indagación con participación, conocer cosas y también saber hacerlas.
Esa simbiosis de intereses e inclinaciones le formo como exponente de uno de los periodismos más serios que se puede hacer, el que trata a fondo y busca razones en el mundo de la comunicación, el arte y la cultura, sin ceder ante las tentaciones del facilismo edulcorador, de palabra altisonante, aunque hueca.
Esas características se aprecian también en sus obras como musicólogo e historiador, que con alma criolla y aguda visión, aprecia el todo y sus más disimiles partes y sabe insertar cada una de ellas en el caleidoscopio sonoro, con colores yuxtapuestos, complementados y motivadores, que integran la cultura nacional.

Quienes hayan seguido el trabajo de Leonardo coma estudioso y analista comprobaran que este material, dedicado a la mitad del siglo compendiado y evaluado durante años, no es un simple producto de sus indagaciones ni la suma mecánica de los resultados obtenidos. En él se encuentran valores de sus trabajos periodísticos, los cuales hay que apreciarlos también por su rigor, amenidad, limpieza de estilo y claras concepciones.
Se distingue, además, un aspecto sobresaliente de su carrera como ensayista, de aguzado olfato no dejar piedra sobre piedra cuando hay que incluso desmontar postulados establecidos. Porque a su conocimiento y experiencia se une como eslabón clave una vertical y valiente actitud de decir las cosas como las piensa, como las siente.
Lo he dicho al presentar este libro: de su abundante obra, los que nos honramos al sentirnos sus pupilos, extraemos desde las evaluaciones más generalizadoras hasta el dato que sorprende por su precisión y alcances.

Es que él ha sido capaz de asumir y sintetizar, ordenar y proyectar, ángulos y componentes de nuestra trayectoria y realidad musical; de hurgar, con paciencia insólita en un hiperactivo coma él, en recónditos pasajes y estimular la memoria de testigos y protagonistas.
Este gran tejedor de historias nos ha entregado ahora la primera parte de lo que llamaría su obra más monumental y quizás la más esperada por los amantes no solo del jazz, sino de la música cubana en general.
Parece casi imposible que en un par de cientos de hojas se puedan condensar, y a la vez desgranar, las raíces, orígenes, germinación, nacimiento y desarrollo temprano y sus alcances, hasta la mitad del siglo xx, del género que da lugar a la obra y de todo el entramado socio-económico e histórico en el que tiene lugar.
Desde el «toque español» y las raíces africanas a las influencias recíprocas y los caminos paralelos, pasando por lo sinfónico y lo popular en el camino primero del jazz. Leonardo en el primer tomo de esta obra necesaria a deshilvana madejas y volverá tejer sus hilos de forma que tiende ante nosotros una alfombra de informaciones, ideas y postulados que brilla par su lucidez y su aparente sencillez.
Puede apreciarse un breve pero contundente estudio de las interinfluencias y paralelismos en el surgimiento del jazz en Estados Unidos y de la música afrocubana que inyectara valores y se nutriera a la vez del género en formación. ¿Sabía usted que el propio Jelly Roll Morton, quien se autoproclamara creador del jazz, aseguraba que esta música provenía «de Italia, de Francia, de España, de Cuba y de mi propia invención»?
El concepto de «jazz band», su utilización casi masiva en el escenario musical cubano, la generalización de un concepto de jazz que podía y tendía injustamente a excluir lo nuestro, la simbiosis lograda par los fundadores y seguidores y los aportes indudables a esa novedosa música clásica del siglo xx requerirán de más de una lectura para extraerle el máximo a lo mucho que nos ha entregado el autor.
Sin embargo, con todo lo escrito en páginas que son joyas de síntesis, queda el sabor de que el autor sabe mucho más de lo escrito y que como sabio comunicador no ha querido decirlo todo o que no ha podido hacerlo en aras de lograr la publicación de un tesoro largamente esperado.
En otro ejemplo de su magisterio, Leonardo es capaz de entregarnos conocimientos al tiempo que nos advierte sutilmente que siempre hay más que buscar.
Por ello se puede adueñar del lector una sana insatisfacción, la de querer saber más y de reclamar, desde el mismo fin del libro, la segunda parte de esa memoria en continua formación, de nuestro modo de sentir y hacer una música que hemos dado en llamar jazz.