Por Ada Oviedo Taylor
* Tomado de Tropicana Internacional, no.28, 2009, p.21-24.
Como predestinado para el camino que definió su vida, fue revelador su encuentro con el inconfundible timbre del Sexteto Habanero. Las voces de Gerardo Martínez y Cheo Jiménez, entonces cantantes de esta agrupación, lo impactaron, por lo que saltar el muro que lo separaba de los salones de la Sociedad del Liceo de su natal Pinar del Río donde actuaban, no fue obstáculo para sus cortos ocho años de edad. Miguelito desde entonces, quedó unido a las expresiones musicales de profunda raíz sonera las cuales constituyeron el fundamento vital de su quehacer musical y entorno cotidiano; porque Cuní es el son.

Miguel Arcángel Conill o Miguelito Cuní, como fue conocido siempre, nace el 8 de mayo de 1917 en Ajiconal, barrio rural de la región pinareña, pero desde muy pequeño su familia se traslada para la ciudad, en la casa situada en la calle Maceo no.28.
A los 13 años integra el Sexteto Los Carameleros, al que pertenecían varios familiares e inicia luego su carrera profesional en el Septeto Caridad, dirigido por el entonces también muy joven tresero Andrés Echevarría “Niño” Rivera.
Más tarde se incorpora a varias orquestas como la de Fernando Sánchez –padre de Antonio Sánchez “Musiquita”–, la dirigida por el importante compositor de danzones Jacobo Rubalcaba y en la orquesta Yamilé, de Rolando Ruíz, en la que estrenó varias obras de Pedrito Junco.
En 1938, estimulado por el maestro danzonero Ernesto Muñoz, pianista y director, Cuní viaja a La Habana como integrante de su orquesta. Las transmisiones radiales por importantes emisoras como la CMBQ y el Progreso Cubano, contribuyeron a que su voz comenzara a ser identificada y admirado por su versatilidad interpretativa y talento natural.
Dos años después ya integra la orquesta dirigida por el destacado flautista Antonio Arcaño, quien señaló las cualidades vocales de Cuní en entrevista realizada por el investigador Leonardo Depestre:
Fue un cantante que gustó mucho entre los bailadores, con una voz fuerte de sonero grande, muy inteligente, con exquisita pronunciación y una tesitura de extensión poco común en cantantes de su género.(1)
Al mismo tiempo alterna con otra emblemática agrupación, el Conjunto de Arsenio Rodríguez, con el cual emprende una etapa de significativa trascendencia en su vida, aquí se vincula con músicos de un marcado sentido renovador dentro de las variantes del son, entre ellos, además del “Ciego Maravilloso”, Luis “Lilí” Martínez Griñán, uno de los iniciadores de la pianística sonera. También ocurre su reencuentro con Félix Chapottín, a quien había conocido en 1936 en Pinar del Río, unión que los llevó a la consagración artística total y al comienzo de una entrañable amistad que mantuvieron por más de cuatro décadas.
Numerosos testimonios hablan del respeto y la admiración hacia otro grande del canto sonero, Benny Moré. Se conocieron en la emisora Mil Diez, aunque ya Cuní lo había escuchado cantar por los bares del muelle habanero. En 1956 Miguelito integra la Banda Gigante, con la que realiza varias presentaciones. Leonardo Acosta, músico e investigador, quien integró también por esta etapa la banda, recuerda en su libro Elige tú que canto yo anécdotas que confirman esta amistosa relación, cuando al regreso de una gira que realizaban por la región oriental, “ […] paramos en un café donde Benny se dispuso a escuchar en la victrola varios sones interpretados por Cuní y emocionado exclamó: ‘¡Oigan bien! no se pierdan ni una nota. Mulato ¡Qué bien canta Cuní!’” (2)
El bolero “A tí Benny Moré” compuesto por Miguelito –faceta menos conocida de su trayectoria artística– es otra demostración de su afecto ante la desaparición física del notable cantor.
La impronta de Cuní
Su poética se define por la intención expresiva de su voz, la capacidad de improvisar e inspirar; cualidades innatas que al decir de Chapottín son condiciones imprescindibles para un poeta del canto sonero. Sus recursos vocales, el ajuste del fraseo unido al equilibrio entre el carácter interno de la palabra y el ritmo, melodía y afinación le permitieron enfrentar las exigencias de todas las expresiones cantables que interpretó entregando un estilo único en un timbre de excelencia.
Aunque no se relaciona entre los clásicos exponentes del filin, supo imprimir a sus interpretaciones los códigos que identificaron esta expresión musical; recordemos su versión de “Hasta mañana vida mía” de Rosendo Ruiz Quevedo, el dúo ya antológico junto a Pablo Milanés de “Convergencia”, de Bienvenido Julián Gutiérrez y Marcelino Guerra; también con Pablo “Deja que siga solo” y “Tú no hagas caso”, de Marta Valdés.
Sobre la grabación de los temas de Marta Valdés, el trovador, quien ha expresado en varias entrevistas su simpatía y predilección hacia el veterano sonero y la influencia que ejerció en su manera de interpretar, reveló al investigador Leonardo Depestre:
“Tú no hagas caso” es una canción muy difícil que yo pensé le costaría mucho trabajo y sin embargo, él me dio una lección de canto y de interpretación. No solo se la aprendió esa tarde, sino que le puso muchísimo más que yo. (3)
Igualmente impresionó por su estilo en escenarios internacionales. En 1947 viaja a Panamá donde cumple varios contratos actuando en los carnavales de Ciudad Colón; en 1956 con la Banda Gigante de Benny Moré, Venezuela lo recibe, se presentan en la televisión de Caracas y otros centros nocturnos. Las islas del Caribe, Aruba y Curazao se enorgullecen de haberlo tenido en su tierra, aquí junto a Chapottín y sus estrellas reafirma el alcance universal de nuestro son dado por la acogida y el éxito entre los músicos y el público caribeño. En 1960 cumple un contrato en Nueva York donde actúa con Arsenio realizando varias presentaciones en el afamado Palladium. Por los años 70 integra una delegación cultural que viaja con la Orquesta de Música Moderna a la Unión Soviética. En 1981 nuevamente visita Venezuela como integrante de las Estrellas de Areíto actuando en el Poliedro de Caracas, aquí comparte además con la agrupación Sonero Clásico del Caribe. Con su salud ya afectada realiza su última presentación internacional en México en julio de 1982.
El que tanto son cantó
A Cuní se le recuerda sencillo, conversador, jovial, con un alto sentido de la amistad, elegante en el vestir y actuar.
Persona de ética increíble, humana y artística…tenía algo en la voz, en la expresión, que estremecía por dentro por su sensibilidad. (Pablo Milanés) (4)
Su fallecimiento, ocurrido el 3 de marzo de 1984 –pocos meses después de Chapottín, su compañero de legendarias actuaciones–, fue motivo de profundo pesar, pero sin dudas para todo el que disfrutó de su arte títulos como “El Carbonero”, “Yo si como candela”, “Camina y prende el fogón”, “La Guarapachanga” y otros tantos temas a los que le dio vida seguirán sonando para “recordar entero al que tanto son cantó”, como bien afirma el compositor Juan Almeida en “Este Son homenaje” dedicado a la voz eterna de la música popular cubana: “Miguel Cuní se llamó”.
Notas
(1) Depestre, Leonardo: Homenaje a la música popular cubana, Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 1989.
(2) Acosta, Leonardo: Elige tú que canto yo, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1993.
(3) Depestre, Leonardo: Op. cit.
(4) Depestre, Leonardo: Op. cit.