Por Ana V. Casanova Oliva. Musicóloga
*Ponencia presentada en el Coloquio Internacional Danzón Habana, auspiciado por la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), La Habana, 2004.
Hoy estamos celebrando el aniversario del destacado pianista, compositor, pedagogo y arreglista Andrés Alén. Nuestro blog les ofrece dos miradas distintas a la obra creativa de este querido músico cubano.
El danzón nace como un género músico bailable de salón. No obstante, al igual que sus antecesores, la contradanza y danza cubanas, trascendió la función social originaria hacia la música de concierto. A este proceso contribuyeron los enfoques creativos de numerosos compositores cubanos desde finales del XIX y hasta el día de hoy. Se han escrito danzones para diversos medios sonoros cuya función fundamental es la de ser escuchados.
En este tipo de creación aparecen las características esenciales del género: la alternancia de ciertos episodios, el primero con carácter introductorio, que en algunos casos llegan a conformar una forma similar al rondó; y el empleo de la constante rítmica del reconocido cinquillo cubano, heredado de la contradanza cubana. Otros tipos de prácticas, adoptan algunos de estos tópicos danzoneros, para concebir obras dentro de las formas de la música de concierto; o los utilizan para arreglar o versionar piezas que no fueron concebidas en sus orígenes como danzones.
En el catálogo creativo del pianista, compositor y arreglista cubano Andrés Alén Rodríguez (La Habana, 7 de octubre de 1950) el danzón, junto a otros géneros de la música popular cubana y latinoamericana, constituye una de las manifestaciones de la música popular cubana más aludida, y es tratado con toda la diversidad de procedimientos antes mencionados.
Alén con solo dieciocho años, siendo aún estudiante de piano en la Escuela Nacional de Arte (ENA), concibió la que puede considerarse su primera obra escrita: el Danzón Legrand (1968). Este danzón fue compuesto para una charanga francesa, que era el conjunto instrumental de la Orquesta Típica de la mencionada academia. En aquella época, la agrupación se encontraba bajo la dirección del que ahora es uno de los más afamados músicos del país: Adalberto Álvarez; y estaba integrada además por otros estudiantes de música, hoy también significativas figuras de la cultura musical cubana; entre ellos, Joaquín Betancourt (violín), José Luis Cortés (flauta) y el propio Andrés Alén al piano.
El Danzón Legrand, tal como lo sugiere el título, fue dedicado a Michel Legrand. En esta pieza se observa la gran influencia de muchas de las peculiaridades y recursos técnico-musicales de las composiciones de este músico y compositor francés, sobre todo, de aquellas que aparecen en el film musical Los Paraguas de Cherburgo (1964) que había irrumpido con gran éxito en los cines de La Habana en los mediados de la década de los años sesenta y que constituía en ese entonces lo más avanzado y novedoso en materia musical, desde el gran acontecimiento que había instituido el fenómeno Beatles que, en años anteriores, e incluso de forma paralela a la música de Legrand -teniendo en cuenta el desfasaje de su conocimiento en Cuba- aparecían en el ambiente popular internacional y llegaban, con un nuevo lenguaje a establecerse como la música de moda más moderna de la época.

Las características técnico-musicales que distinguen a este danzón están muy relacionadas con las peculiaridades de la música de Legrand, y el ambiente sonoro que llegó al compositor Alén a través del impresionismo francés de finales del siglo XIX en las obras de Claude Debussy y Maurice Ravel, pues muchos de los recursos armónicos empleados en su danzón aparecen también -como es de suponer- manejados en la música de Legrand. Las particularidades de la armonía impresionista, así mismo habían influenciado al jazz en su decurso histórico y estaban presentes en muchas de las manifestaciones jazzísticas desde hacía muchos años.
Como ejemplos de estos recursos técnico-musicales encontramos que en el discurso melódico (por lo general a dos voces) de la música del film, y el lenguaje armónico del Danzón Legrand, el empleo de un fuerte carácter modulante con el marcado empleo del intervalo de quinta, en especial en el movimiento del bajo. Este procedimiento es similar al utilizado en las secuencias armónicas de carácter jazzístico, adoptadas como los standard o esquemas sobre los cuales ocurren las improvisaciones. Se distingue además el uso de las cuartas y quintas paralelas y de los acordes de oncena y trecena, recursos adoptados por la música impresionista y también el jazz.
Otro aspecto a destacar en el Danzón Legrand son los diferentes conceptos de contraste en el carácter de los llamados “tríos” o “danzones” de la obra. Los dos primeros están influenciados por la concepción melódica de la música de Legrand; sin embargo, el inicial se distingue además por el consecutivo rítmico del danzón; mientras que el segundo destaca un desenvolvimiento melódico de esencia lírica y cantable. Este último trío, adopta un canto a dos voces, de estilo contrapuntístico, que se desempeña sobre el cromatismo de los arpegios del bajo, voz que asume con rapidez el ritmo característico del danzón y el uso de secuencias armónicas a través de movimientos de quintas. El tercer. trío se concibe como un “montuno”, con un bajo sonero que acompaña a una melodía concebida mediante secuencias imitativas y un discurso de marcado carácter improvisatorio.
El danzón de Alén también se distingue por rasgos musicales cuyas raíces podemos hallarlas en la tradición danzonera cubana, y que están vinculadas al empleo del rondó como forma musical; la explotación de los recursos melódicos (en las distintas secciones donde prevalece el carácter cantable) y rítmicos (por el uso del cinquillo cubano); así como por las singularidades de la improvisación danzonera en la ejecución del piano, al estilo de figuras de la talla del gran pianista y compositor cubano Antonio María Romeu. Sin embargo, en la mencionada obra de Alén, aparecen maneras y expresiones singulares, que han pasado a formar parte del estilo personal de este último compositor, donde se distingue la fusión de las tradiciones clásicas de la música europea y las formas de la creación e interpretación de la música popular cubana del siglo XX.
Pese a que el Danzón Legrand se editó por primera vez en 1998 por la Editora Musical de Cuba (veinte años después de compuesto), esta obra se ha convertido en uno de los danzones más versionados –la gran mayoría constituyen versiones de autor– tanto en el campo de la música popular, como de concierto cubana, y muy especialmente en la música de cámara.
Es significativa la cantidad de adaptaciones y los tipos de agrupaciones por las que ha sido interpretado y grabado; entre ellas, la charanga francesa; el piano solo, y a cuatro manos; dos pianos; piano y violín; piano y flauta; piano y saxofón; voz y guitarra; dos flautas y piano; trío con piano, violín y cello; piano a cuatro manos y dos violines; piano, violín, contrabajo y percusión; violín, viola, cello y guitarra; quinteto de viento-madera; quinteto de viento-metal; piano y cuerdas; piano y orquesta sinfónica. El Danzón Legrand de Alén ha sido además grabado por distintos sellos discográficos de Cuba, Estados Unidos, México, Venezuela, Austria y España. Un ejemplo de ello aparece en el CD Homenaje, del intérprete Javier Zalba, un compendio de obras en tributo a diferentes compositores cubanos del pasado y el presente, editado por Serendib Classics.
Se impone entonces la pregunta de por qué este danzón en particular ha sido tan versionado. Ante este cuestionamiento tenemos varias respuestas, todas vinculadas con las características técnico-musicales que hemos enunciado en la obra. El Danzón Legrand de Alén, presenta particularidades como música para escuchar, de alta elaboración, comunes a las obras de la música de concierto. Y esta singularidad permite la integración de la obra a este tipo de música; pero a la vez, sus melodías son fáciles de comprender y asimilar por los escuchas, un hecho al que contribuye la belleza melódica y el uso del recurso imitativo de la secuencia. Además, constituye una música que siendo muy cubana es a la vez internacional; siendo tradicional y al mismo tiempo, contemporánea. Presenta un lenguaje musical o un código de comunicación estética en el campo de la música, que aprovecha lo mejor de la tradición danzonera y lo conjuga con el lenguaje moderno de la música cubana, e internacional contemporánea; en ambos casos, de carácter popular y de concierto del siglo XX.
El Danzón Legrand se encuentra en los marcos de una música popular de alta elaboración, o de una música de concierto de carácter popular. En esta pieza coexisten fuertes tradiciones cubanas que cristalizaron en nuestra cultura musical durante el decurso del XIX y han llegado a nuestros días, pero que se han nutrido a la vez del acontecer internacional, acorde con las exigencias y la modernidad de la época en que fue compuesta dicha obra. Quizás estas sean algunas de las razones por lo que la mencionada pieza de Alén se ha convertido, a varias décadas de creada, en uno de los paradigmas más sonados de cultura musical cubana de nuestros tiempos.
Otra de las obras creadas por Alén en las que aparece el género danzón es Dos esbozos cubanos (Al estilo tradicional), concebida para coro mixto y jazz band. Fue compuesta en 1992 y estrenada ese mismo año en Copenhague por el coro de la Escuela Santa Ana y la Big band con músicos de esta ciudad. En este caso la pieza se distingue por el peculiar medio sonoro empleado y por su división en dos partes, guajira y danzón.
El danzón como género en el catálogo de Andrés Alén aparece formando parte de un proceso creativo ambivalente. A veces el compositor utiliza la característica rítmica hegemónica (el cinquillo cubano) de esta manifestación y sus peculiares giros melódicos, en una de las partes o secciones de la forma musical de una determinada pieza de concierto. Y en otros casos, lo alude a través de sus tópicos, o elementos o formantes musicales que se diluyen o adoptan en determinados momentos del discurso musical de obras de la música de concierto.
Como ejemplo de los casos aludidos con anterioridad, tenemos los elementos danzoneros adoptados en la composición del tercer movimiento Animato (de forma rondó) del Concierto infantil para piano y orquesta, compuesto y estrenado en 1992, donde una de las secciones (C) de la forma está dedicada al danzón. En esta parte se destaca el uso del cinquillo cubano, empleado con insistencia en la repetición de las secuencias armónicas, un recurso con el que el compositor logra uno de los momentos climáticos. de mayor fuerza expresiva de este tipo y la obra, pues el ostinato rítmico se es realizado en el instrumento solista (el piano), apoyado por el tímpani. Así como el tratamiento de los elementos danzoneros, con sus peculiares rasgos rítmicos y discursivos, y también en los giros propios de la improvisación pianística característica del género, aparecen también en la pieza para piano ¡Qué confusión de tonos! compuesta en 2004.
Es imposible dejar de tratar la presencia del danzón en el quehacer de Alén como arreglista; y esta impronta se halla en obras que como ya hemos mencionado, no fueron concebidas por sus autores como danzones; y en otras, de carácter folclórico-popular, bastante lejanas de dicho género. En este sentido se distinguen el arreglo y la orquestación de la versión del “Gloria” de la Misa del compositor cubano Rodrigo Prats, escrita en 1971 para piano, dos voces y coro al unísono; y que Alén llevó a orquesta sinfónica, con percusión cubana y coro mixto. Este arreglo aparece grabado en el CD Cantos de la Misa del Papa, del sello discográfico Jade, pero no en la interpretación que aconteciera durante la visita y misa del Papa en la Plaza de la Revolución de La Habana; sino ejecutada con sintetizadores por Alén junto a la participación del coro.
También son significativos los arreglos en danzones de la canción de cuna Señora Santana, interpretado por el Coro Coralillo bajo la dirección de Alicia Alén, grabado en el CD Cuban Lullaby del sello Ellipsis Arts de los Estados Unidos. Y el realizado a O Come, La Ye Faithful (Adestes Fideles), conocido himno del siglo XVII atribuido a John Reading, que no es cercano a las tradiciones hispanoamericanas y tampoco afín al género cubano. Esta pieza, en una versión para coro infantil y quinteto de jazz, bajo la dirección de Carmen Rosa López, aparece registrado en el CD Andrés Alén. Canciones de Navidad Canciones de Navidad, del sello cubano Unicornio.
En las obras de Alén, vinculadas de una u otra forma al danzón, hallamos junto al empleo de estructuras musicales convencionales, con raíces que se adentran en el siglo XIX cubano, la adopción de un lenguaje con diversos recursos modernos, como el neomodalismo, el polimodalismo y la politonalidad; así como la presencia de audaces secuencias armónicas. La labor creativa de Alén como compositor y arreglista, ha contribuido con abundancia, al incremento de la presencia y los influjos del danzón en la música cubana de nuestros días, patentizando la indiscutible vitalidad de este género en la práctica contemporánea.