Por Claudia Moreno. Directora coral
“Esta obra es un punto culminante, porque quería dejar algo de lo mejor de mí, que no tenía tiempo de expresar”
(Brouwer, 2018)
El entorno coral cubano propone gran variedad de obras para ensembles diversos que abarcan desde las primeras décadas del pasado siglo hasta la actualidad. En este sentido destacan compositores como Amadeo Roldán, Alejandro García Caturla, Gisela Hernández, Harold Gramatges entre otros.[1] Las obras de estos autores se caracterizan por su autenticidad y refinamiento. Suelen además sintetizar técnicas y procedimientos de vanguardia con elementos propios de la música cubana, cuyo resultado permite advertir lo novedoso, lo moderno. De ahí que el repertorio coral nacional sea recurrente en la praxis interpretativa y tenga un lugar meritorio dentro del catálogo de la música de concierto en general.

Un ejemplo perfecto para ilustrar el planteamiento anterior es la obra de Leo Brouwer (La Habana, 1939) quien resalta en el panorama musical cubano y en particular en el ámbito coral, por poseer un lenguaje universal que le permite dialogar con los más diversos entornos musicales y, al mismo tiempo, ser identificado por su postura nacional. Dentro de su amplio catálogo de creación destaca la voz humana, aún cuando sus composiciones para este formato constituyen minoría en relación al número de piezas escritas para otros. De hecho, se pueden establecer dos periodos de creación en su producción coral: el primero en la década de 1960, etapa en que compone Son Mercedes [2], Canciones amatorias y Aleluyas criollas; y el segundo en la década de 2000, cuando escribe Cántico de celebración dedicada al Orfeón Santiago y la colección Rondas, refranes y trabalenguas.
Esta última pieza constituye la obra coral de Brouwer de mayor extensión y relevancia hasta el presente. Es una colección conformada por diez piezas [3] para formato de coro mixto a capella, a cuatro voces, escrita durante el mes de octubre del año 2004. Desde el propio título de la obra se advierten los géneros literarios y de tradición oral que la integran: cuatro rondas, tres trabalenguas y dos refranes, además de una obra que presenta estructura rondal y texto al estilo del trabalenguas. Respecto al surgimiento de dicha colección el maestro Brouwer afirma:
El hecho es que hacía muchos años yo quería ponerle música a refranes y trabalenguas; los trabalenguas siempre me causaban mucha gracia y de niño en la escuela se usaba el chitú [4] y de alguna manera yo devuelvo-cuando escribí esas- eso que de niño que me llamó la atención.
La idea de los textos vino a ser natural, humorística y en parte es un poco la síntesis de la cultura de la poesía popular. De alguna manera todo lo que yo recordaba de lo que había leído hacía mucho tiempo atrás venía a mi mente en este momento. Recuerdo leer un libro muy importante de Carolina Poncet [5] titulado El romance en Cuba, que contenía cuentos infantiles y algunos tenían la línea melódica para cantarla, en ese caso era como un canto individual, de solista, de cantor, de relator… En los textos del ciclo también hay un encuentro indirecto y no culto, por supuesto, del griot africano, que es el historiador y narrador de la tribu, y de alguna manera registra la tradición oral. Entonces cuando comencé a escribirlos, era como evocando esa relación lejana, inexplicable y extraordinaria entre el refrán cantado o la anécdota o la historia de la tribu, como hacían los trovadores occidentales en el medioevo temprano y antes también, todo eso venía a ser mi base, era yo personificando ese cantor… Después encontré que muchos de los refranes que había utilizado se encontraban compilados en el Refranero popular latinoamericano y repetidos en el Refranero mexicano, y por supuesto, deben haber sido tomados de la tradición popular hispana, supongo que muchos de esos refranes tienen origen en el refranero español.
Brouwer, 2018.
Rondas, refranes y trabalenguas tiene su estreno mundial el 8 de julio de 2005 en el Patio Barroco de la Diputación – España, como parte del homenaje al Maestro Leo Brouwer ofrecido en el XV Festival de la Guitarra en este país. Destaca en el estreno la entusiasta aceptación de la crítica especializada que cataloga la pieza como “genial” y “sensacional” (Calvillo, 2011). El ciclo es posteriormente publicado en agosto de 2009 por las ediciones Espiral Eterna [6] con una primera edición de 300 ejemplares. La colección agrupa las piezas, alternando las rondas, refranes y trabalenguas indistintamente, aun cuando aparece una nota aclaratoria del propio autor donde refiere que el orden de interpretación puede ser libre. No obstante, la publicación de 2009 propone el siguiente orden:
- Tengo un gato
- Nana Caliche
- Mueve la pata, perro viejo
- Pablito clavó un clavito
- Refranes pareados I. Con el amor…
- Cuando tuve, yo te tuve
- Duérmete, niño
- Bire birón
- Refranes pareados II. Hermosa cara…
- Diez perritos
Los géneros de la tradición oral que integran la colección, así como las temáticas que rigen la narrativa y los perfiles de cada una de las piezas, posibilitan su conformación dramatúrgica. Las líneas melódicas y, en general, el tratamiento musical del ciclo, distan de los cantos tradicionales con los que se suelen identificar los textos seleccionados.
La morfología musical en todos los casos está condicionada por la estructura de cada uno de los textos en estrecha relación con aspectos métricos y retóricos. Existe por lo tanto una relación música-texto que transita por diferentes roles: protagónico, donde lo musical se subordina a la intencionalidad del texto; coordinado, donde lo literario y musical se integran, y una tercera donde también se aprovechan las potencialidades de lo literario para resaltar el timbre del formato coral mixto.
El comportamiento singular de los medios expresivos en cada una de las piezas de la colección aporta diversidad al discurso musical, guía sus momentos de tensión y clímax y evidencia la intencionalidad compositiva. De modo que favorece la comprensión de los textos y su relación con los géneros de la tradición oral empleados, lo que enriquece la concepción del ciclo.
En sentido general, la colección permite conocer piezas de gran elaboración, coherencia y refinamiento con un marcado sentido humorístico. Logra además compendiar lo nacional, proveniente del patrimonio popular, y lo académico, abordado con procedimientos típicos de la música de concierto, de modo que resulte auténtico y novedoso. Desde esta perspectiva, los retos musicales apuntan hacia una concepción técnico-interpretativa de vanguardia, que establece a Rondas, refranes y trabalenguas como resumen de la creación coral de Leo Brouwer.
NOTAS
[1] Nilo Rodríguez, Electo Silva, Leo Brouwer, Roberto Valera, Héctor Angulo, Frank Fernández, Guido López-Gavilán, Conrado Monier, Beatriz Corona, Mónica Orreilly, Yaniel Fernández, Wilma Alba. Subir
[2] Sobre un antiguo son popular cubano, grabado y transcrito por Brouwer, y editado en un mimeógrafo por el musicólogo Argeliers León. Subir
[3] En sus inicios la idea era escribir quince canciones (Brouwer, 2018). Subir
[4] Juego que el compositor solía realizar en su infancia, consistía en añadir la silaba chi antes de cada palabra, de manera que quedara como una especie de jerigonza. Subir
[5] Carolina Poncet (La Habana, 1879-1969). Profesora Emérita, formadora de maestros en la especialidad de Lengua Española y Literatura. Publicó numerosos textos, ensayos, artículos y profundizó en la labor investigativa de corte histórico-literario, de la cual derivó su obra El romance en Cuba, género de origen hispano. Subir
[6] Espiral Eterna fue creada en abril de 2005 en Ciudad de La Habana. Su nombre toma como referencia la obra para guitarra La espiral eterna del Mtro. Leo Brouwer. Cuenta con la dirección de Isabelle Hernández, biógrafa y manager del Maestro. Su objetivo se encamina hacia la publicación de la música de Brouwer. Subir