Festival de Música Contemporánea de La Habana. Regresa la «nueva música» a la Biblioteca Nacional

Por Amanda Espinosa Ramos. Estudiante de Musicología.

Fotos: Paula Piñeiro.

La estrecha relación entre la Biblioteca Nacional  de Cuba “José Martí” y la música contemporánea cubana tiene una historia más allá de la actualidad. Durante los primeros años de la década de 1970, Carlos Fariñas dirigió el Departamento de Música de la institución. Como parte de esa responsabilidad, diseñó talleres sobre Historia de la Música acompañados por conciertos donde se interpretaban obras de diferentes períodos históricos, lo cual dio paso a la participación de compositores cubanos contemporáneos, como Héctor Angulo, Juan Blanco, Carlos Fariñas, José Loyola, Sergio Fernández Barroso, Harold Gramatges, entre otros. Según datos ofrecidos por Jorge Garciaporrúa –quien asumió una participación activa en estos eventos–, los conciertos sumaron las cifras de 13 compositores y 21 estrenos mundiales.

Esta polífera colaboración entre la Biblioteca y la creación musical contemporánea, tuvo continuidad en el concierto efectuado el miércoles 17 de noviembre a las 4 p.m., al inaugurar el teatro “Hart” –luego de su restauración–, como parte del programa de conciertos del Festival de La Habana.

Las palabras de presentación, por el compositor y pianista Ernesto Oliva, recordaron los homenajes a los centenarios de los compositores Hilario González y Nilo Rodríguez, y a los cincuenta años del Museo Nacional de la Música, que ha mantenido una presencia relevante para la cultura cubana.

En esa cita, donde se homenajeó el 120º aniversario de la Biblioteca, el público de más de cincuenta personas pudo apreciar una selección de obras que comprendió el estreno de diez composiciones. Ese universo creativo fue afín a la Universidad de las Artes, ISA, en tanto los autores escuchados han sido sus estudiantes, profesores o recién egresados.

Los Preludios 3 y 4 de Daniel Toledo, interpretados por la guitarrista Patricia Díaz, iniciaron el concierto. El diseño de la factura en esas piezas se estableció tanto con una melodía solitaria acompañada ocasionalmente, como por los efectos tímbrico-interpretativos. El golpeo suave del puente de la guitarra, la consecuente resonancia de las cuerdas, el uso de armónicos y de palabras como “requiebros” y “nubes”, señalaron a estas dos piezas de manera distintiva dentro de la selección de obras interpretadas.

La guitarrista Patricia Díaz.

Siguió otro estreno mundial, Fantasía VII, para flauta, de Jorge Amado. Fue dedicada por el compositor, a su colega, el intérprete José Lázaro Álvarez. El autor expresó el vínculo de esta pieza con el danzón La flauta mágica, de Antonio María Romeu. En su ejecución pudo percibirse una dualidad en cuanto a lenguaje, siendo en ocasiones más evidente la sonoridad cubana. Aunque no fue su objetivo la forma rondó, común en el género danzón, el compositor tuvo a bien disponer una parte final que funciona como montuno de la pieza. Jorge Amado, recién egresado de la Universidad de las Artes, ha figurado en las últimas ediciones del Festival como uno de los más asiduos y dedicados creadores contemporáneos.

Only boring people get bored, de Noel Gutiérrez, fue la primera obra del concierto para formato de cámara. Integraron el trío la guitarrista Millet Padrón, la cellista Carolina Rodríguez y la clarinetista Vivian Ferrero. Su autor, quien se desempeña como profesor de composición del ISA, reconoce influencias del jazz, de Ravel, Bartók y el flamenco, que aparecen indistintamente en esta obra. Sin embargo, advierte que las piezas de esta suite revelan su carácter lúdico y “caricaturezco” en la síntesis de esas múltiples y contrastantes influencias, así como su reinterpretación en el ámbito de una sala de concierto. El autor refleja una pintoresca y humorística estampa del aburrimiento desde su subjetividad, en la que no existen grandes conflictos de la dramaturgia musical.

Carolina Baños, la siguiente creadora en el programa de concierto, presentó dos de sus obras de reciente elaboración. La primera de ellas, Dolor-Color-Rojo, para piano y flauta, interpretada por la propia autora y el flautista Samdor Ramírez, tiene tres partes. Dolor, que ha sido descrita como una “canción sin palabras”, tiene un lenguaje convencional. Sin embargo, es sumamente interesante el tratamiento que asumen los instrumentos hacia los movimientos segundo y tercero, donde se aplican más explícitamente el politonalismo y la división en dos franjas del diseño de los instrumentos. En ese sentido, aunque la flauta y el piano de manera independiente son contrastantes, alcanzan una coherencia que aumenta el interés de la escucha de la obra. El deudor, la siguiente obra de Carolina Baños a la que se sumó como intérprete la flautista Gema Elisa Osorio, retoma esa interesante disposición textural.

Mariolis Rivas, reciente egresada del ISA, se destacó particularmente por su interpretación de las obras para clarinete de tres compositores, que tuvieron su estreno este miércoles. Jorge Amado presentó su Fantasía II, que contiene contrastes dramatúrgicos establecidos principalmente en cuanto a agógica y carácter. Jay Mustelier dedicó su Estudio no. 2 a la memoria de César Portillo de la Luz, por lo que se observa una inclinación evidente hacia el género de la canción. Por otro lado, Ramón Hermys Roche, con su Meditativo en son establece la combinación, en ocasiones virtuosa para el instrumento, entre los registros grave y agudo. Al tener una relación directa con el son, principalmente por el ritmo de la clave del son que realiza Mariolis Rivas con su pie derecho, Ramón Hermys desdibuja los límites de lo popular, que entra en el espacio de la sala de conciertos. En muchas de las obras presentadas es fehaciente la relación entre lo académico y popular, tan divorciados en otras épocas del contexto musical cubano.

La clarinetista Mariolis Rivas.

El cuarteto de clarinetes Vivace, dirigido por Eliany Manzano, protagonizó la parte final del concierto, donde incluyó a dos autores ya experimentados. Las obras Alaba´o mi tumbao y Valswing Lida, de Jorge López Marín, fueron interpretadas, con una perspectiva más popular y armónicamente convencional, que el resto de las obras escuchadas. Javier Zalba, por su parte, presentó su Pequeño divertimento para tres clarinetes en una versión para el formato de cuarteto de clarinetes. Asimismo, esta pieza se suma al conjunto de obras de carácter conservador, aun dentro de su condición contemporánea. Insomnia, de Daniel Torres Corona, fue la última obra interpretada en el concierto. Dentro del repertorio de Vivace significó un pináculo, puesto que representa desafíos tímbricos, técnicos y estructurales más complejos.

Aunque el evento pandémico ha provocado sesgos en algunos sectores del desarrollo de la música cubana, el público pudo escuchar una representación del trabajo que han realizado los jóvenes compositores durante el 2020 y lo que ha transcurrido del 2021. El concierto de este miércoles será recordado, además, por la inauguración del restaurado teatro “Hart” de la Biblioteca Nacional. La impronta de la institución como centro cultural para favorecer el desarrollo musical es un hecho que, aunque se encuentra en el pasado, presenta posibilidades futuras prometedoras.

El estreno de obras es estimulante en la producción musical contemporánea. A su vez, estas diez nuevas piezas que se suman a la creación cubana, ya forman parte del repertorio de los también jóvenes instrumentistas. En ese sentido, deben seguirse propiciando espacios en los que se multipliquen los esfuerzos de quienes significan hoy la historia musical del mañana.

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