Por Meily Téllez. Estudiante de Musicología.
Esperábamos tan ansiosos las dinámicas de conciertos por el Festival de Música Contemporánea de La Habana, que ahora, al ser partícipes directos de cada uno de ellos, tenemos sentimientos encontrados. Por un lado, la celebración atípica del evento, con pocos conciertos, la falta de invitados internacionales y sin su coloquio La Nostalgia del Futuro, a causa de la situación epidemiológica por la COVID-19; por otro, las sensaciones cargadas de sonidos y agradecimientos por la vuelta a las salas de concierto, remueven especialmente nuestras almas musicales para hacerlas por estos días más cálidas y duraderas.
La lluviosa tarde de este jueves 18 de noviembre fue muestra de ello. Confluyeron en la Basílica Menor del Convento de San Francisco de Asís, tradición, innovación y contemporaneidad: tres elementos que definen la cultura musical cubana, de hoy y de todos los tiempos.
La carta de presentación estuvo a cargo del maestro Guido López-Gavilán –anfitrión principal de la festividad– quien desde su exquisita finura presentó el programa del concierto y agradeció a todos aquellos que hacen posibles eventos como este: gestores, compositores, intérpretes y público en general. Como cada tarde de esta intensa semana, se dedican los conciertos a celebrar el centenario del nacimiento de los compositores Hilario González y Nilo Rodríguez, al aniversario 50º del Museo Nacional de la Música y a la música cubana actual.
Entre las siete obras escogidas para protagonizar la puesta, cuatro eran estrenos mundiales. Las dos primeras: Tres piezas cubanas para viola y piano (2017) y Pequeña Pieza para viola y piano (2017) de la maestra Magaly Ruiz, encontraron voz en la viola de Anolan González y Estela A. Pérez en el piano. Escritas especialmente para la violista, estas obras desbordan cubanía. Guajiras, danzas y sones se dan lugar en el elegante sonido de Anolan, que enamora con la precisión de sus armónicos y glissandos. Importante resaltar el agradecimiento de la intérprete a todos aquellos compositores que, como Magaly, escriben para ella y potencian la creación de un repertorio variado para el instrumento.
Con un cambio de orden en el programa, escuchamos Para Ventus contra mareo (2018) del compositor Jorge López Marín, recurrente en estos días del Festival. La interpretación estuvo en manos del Quinteto Ventus Habana, cinco mujeres que con gran fuerza sonora se desdoblaron por pasajes rítmico-melódicos de gran complejidad expresiva. Una obra que a pesar de su extensión encontró en el sonido de este formato –flauta, oboe, clarinete, trompa y fagot– un sentido musical innovador.
En homenaje al centenario del nacimiento del compositor Hilario González fueron interpretadas, por el dúo de Marita Rodríguez al piano y la soprano Conchita Franqui, las obras Si Son (1992) y Sinsonte (1956), ambas ejemplo del gran arte que el maestro atesoraba, al unir la lírica de los textos con las voces melódicas de la música a través de técnicas expresivas y armonías muy contemporáneas.
La guitarra ha estado bien activa por estos días: en esta ocasión disfrutamos de la interpretación de Cantos Yoruba de Cuba (1969)de Héctor Angulo, por la concertista Zuleida Suárez. Además, compartió con su hija Karina Hechavarría, en la viola, la obra Suite Habana (1991) del maestro Eduardo Martín, muestra de una belleza melódico-armónica indiscutible, y de una fuente ritmática cubana, que guarda soles y sombras, laberintos, amaneceres y lugares comunes por los cuales desandar.
Tres piezas de la Suite Mosaico para piano (2016), de Tulio Peramo, fue una de las obras más sentidas de la noche. En manos de la excelente y precisa intérprete del piano Lisa María Blanco, se sentía cada acorde, cada motivo melódico que transcurría en el tiempo y el silencio expectante del público. Según testimonios de su compositor, la obra fue estrenada en 2016 por la propia Lisa y consta de tres movimientos: Lagos, Danza en mí y Toccatina de una noche de verano.
Las últimas dos obras, también estrenos mundiales, estuvieron a cargo del Trío Dulcián, conformado por Abraham Castillo en el fagot, Maray Viyella en el clarinete y Paula Suárez en el piano. La primera, Trem do São Paulo ao Río (2021) de la joven compositora Wilma Alba Cal, fue concebida en la etapa de confinamiento. Una obra que redescubre sonoridades ligadas a la música brasileña y que reelabora ideas constantemente con frulattos y ritmos de cajas percutidas en atriles de partituras. Un año más Wilma estrena en el Festival, pero esta vez en un formato para el cual no había escrito anteriormente.
Cuba Danzón (2012) fue la obra que finalizó el concierto en esa tarde anochecida. Otro de los estrenos mundiales para el formato del Trío Dulcián, con la diferencia de ser una pieza compuesta originalmente para orquesta charanga y versionada recientemente para el ensemble. Su autor, Alejandro Falcón, combina en este arreglo la sonoridad tímbrica de los vientos con el piano. Es una pieza con marcadas influencias del jazz y la música tradicional cubana, donde el ritmo del danzón, como hilo conductor, estructura toda la obra.
El concierto fue bien recibido a pesar de su larga duración. Se volvieron a vivir, desde el asiento del estudiante, del compositor, del investigador, del gestor, del intérprete y del público, esos nervios por compartir la música: la nueva y la no tan nueva, paradigma de toda sonoridad maestra. Volvimos a vernos las caras después de casi dos años, asistimos a un concierto lleno de buen arte, los compositores gozaron de los estrenos en una noche donde la acertada curaduría permitió que fluyera la música.
Ya casi cerramos esta trigésimo tercera edición del Festival de Música Contemporánea de La Habana, espacio que propicia el desarrollo de la creación, difusión y preservación del patrimonio musical contemporáneo de Cuba y el mundo. Mientras, recordemos estas tardes de concierto, disfrutemos del camino intensamente, aprovechemos hasta la lluvia para compartir con todos los protagonistas de esta celebración de la música contemporánea en Cuba, una verdadera fiesta sonora.