* Versión de la ponencia presentada en el XII Coloquio Internacional Boleros de Oro. UNEAC /1997
Por: Ada Oviedo. Historiadora de arte
Las décadas que van de los años cuarenta al sesenta del pasado siglo XX han sido calificadas por los estudiosos como período de consolidación del bolero al que, sin dudas, la producción filinesca— novedosa vertiente que renovó y amplió el ámbito sonoro de la canción cubana hace más de medio siglo—contribuyó de forma decisiva.

La influencia de la trova tradicional, el jazz, elementos armónicos del impresionismo que llegaban a la manera de los músicos norteamericanos a través del cine, grabaciones fonográficas así como la radio eran, entre otras, las principales vías por las cuales se nutría, musicalmente, este grupo de jóvenes con inquietudes afines, tanto en lo musical como en lo social. Así, favorecieron una concepción creadora en nuestra cancionística que abrió una fructífera etapa para el bolero y la canción. Todo esto unido a una nueva intención y contenido en los textos. Interpretados con un estilo conversacional, los filineros cantaron al amor presente, a la relación que dejó un grato recuerdo, acompañados de la guitarra que, nuevamente, ocupó un papel protagónico.
El filin es la culminación de una tendencia artística dentro de la canción cubana que surgió en el ambiente urbano de la capital. Grupo de jóvenes estudiantes, obreros de origen muy humilde, en su mayoría sin formación musical, a quienes ni la extrema pobreza, la discriminación racial, las violentas crisis, sacudidas sociales y políticas les hizo perder su riqueza espiritual; o, quizás, por esas condiciones hostiles le otorgaron a la música cubana una forma de decir la canción con filin, un sentimiento trascendido en el tiempo y que borró fronteras nacionales, al acceder a toda Latinoamérica y en especial a México.
El hermano pueblo mexicano acoge también al filin y sus creadores. Por eso no resulta sorprendente que la primera versión de Contigo en la distancia de César Portillo de la Luz, fuera grabada en la voz de un intérprete mexicano y que otra grande en el continente, Antonia Peregrino— “Toña la negra”— llevara a planos estelares La gloria eres tú, tema que constituyó un aval para su autor, José Antonio Méndez, establecido por varios años en tierra azteca.
Fueron varios los jóvenes que, de manera espontánea y casi simultáneamente, comenzaron a sentir la necesidad de componer y decir la canción de otra manera. A los ya mencionados se suman: Luis Yáñez, Rolando Gómez, Jorge Mazón, Ñico Rojas, Armando Peñalver, Andrés Echevarría “el Niño Rivera”, los intérpretes Miguel de Gonzalo, Elena Burke, Omara Portuondo, Moraima Secada, entre otros.
De estirpe trovadoresca inició su vida musical de la mano de su padre Rosendo Ruíz Suárez. Con él, no solo se inició en los clásicos de la trova tradicional, tan decisivos en su futura proyección musical, sino también en su actitud siempre vertical ante la vida. En las tertulias hogareñas conoció lo más genuino de la canción cubana, creció entre guajiras, sones, criollas, boleros, con las voces y guitarras de sus principales cultores.
Participó en todo este ambiente musical que años después revivirá en las noches habaneras con esta corriente a la que llamaron filin en el ya legendario Callejón de Hamel. A este valioso entorno de música llegó junto a Roberto Jaramillo y lo escuchado allí lo dejó marcado para siempre en su forma de crear:
“Para mí el filin como estilo, como expresión, no ha terminado porque es algo que comenzó y sigue porque es canción que brota del corazón del creador pero que va dirigido a otros corazones. El hombre quiere tener felicidad. El hombre batalla por tener derecho a ser sensible, al amor, a la vida, a la canción…»
SOBRE SUS CREACIONES
Sus primeras creaciones tuvieron como referentes la canción trovadoresca, no podía ser de otra forma. Así compone Linda guajira, a la que siguen los boleros Mi regalo, grabado por el dúo Los Idaidos, Por casualidad y Qué locura, conocidos en las voces de Olga Rivero y la mexicana Eva Garza, respectivamente.
Luego de su encuentro con el filin, sus melodías, armonías y textos quedaron impregnados de esta corriente. Así nacieron obras como: No, ya no te puedo amar, grabada por Vicentico Valdés y Olga Guillot; Bibelot de chocolate, conocida en las versiones de Aurelio Reinoso y el Conjunto de René Álvarez; Tú me haces vivir, grabada por Bertha Dupuy, entre las más difundidas aunque su tema antológico Hasta mañana vida mía lo consagra como filinero mayor.
Hasta mañana vida mía, devenida en obra clásica del estilo filin se convirtió en un éxito en la voz de Alberto Ruíz y el Conjunto Kubavana, fueron ellos los primeros en grabarla. Luego esta canción pasó al repertorio de numerosos intérpretes como Bobby Capó con Avelina Landín, el trío Los Ases, las orquestas de Adolfo Guzmán, de Enrique Jorrín, el conjunto del “Niño” Rivera” y, entre las más actuales, constan las realizadas por Héctor Téllez y el cuarteto Filin, integrado de forma ocasional por Elena Burke, Malena García, Marta Valdés y el guitarrista y compositor Sergio Morales, con el acompañamiento al piano del maestro Frank Emilio Flyn. Esta obra alcanzó tal popularidad entre los amantes del filin que se convirtió en un himno entre ellos, tanto que con él se despedían cada noche de descarga en el legendario Callejón de Hamel.
Este prolífero compositor abordó en su catálogo otros géneros musicales como el chachachá, criterio que se confirma al nombrar dos de sus más conocidos temas: Rico vacilón, que ha recorrido el mundo con más de 300 grabaciones y Los Marcianos, este último lo coloca entre los principales compositores populares del continente.
Su catálogo activo abarca más de ciento cincuenta obras grabadas y editadas por diferentes agrupaciones y solistas donde de igual manera sobresalen rumbas: Saoco, Rataplanplanplan; merengues, En el cachumbambé; son montuno, No tiene telaraña, entre otras.
No solo a la creación musical se dedicó este importante compositor. Rosendo desarrolló en las décadas del cuarenta y cincuenta una intensa labor de denuncia contra las sociedades de autores y editores musicales que explotaban al compositor cubano, por lo cual fue cesanteado como oficinista de la Peer International Cía. Filial cubana de la SouthernMusic. Co. y expulsado de la Federación nacional de autores.
En medio de una fuerte lucha empresarial por el control de los derechos correspondientes al catálogo de la música cubana, el movimiento filin creó en 1955, a sugerencia de Lázaro Peña1 y a través de su compañera, la compositora Tania Castellanos, la Editora Musicabana, con la finalidad de defender los derechos autorales ante el monopolio de las casas editoras foráneas. Dentro de la misma, Rosendo tuvo una activa participación que lo llevó a asumir la presidencia del Comité de orientación y defensa autorales.
Musicabana nació en la vivienda del compositor Luis Yáñez, en las calles Zanja y Belascoaín, luego se trasladó a la casa de otro de sus fundadores, Jorge Mazón, hasta que definitivamente se instaló en el hogar de Rosendo Ruíz, en la calle Campanario No. 155. Prácticamente sin recursos y apoyo gubernamental representó una fuerte entidad de denuncia a la manipulación de nuestra música en los medios de difusión.
Con esta institución se intensificó y amplió la promoción y divulgación del filin hacia el exterior, de igual modo contribuyó a la difusión de la música de nuevos creadores que se sumaron a esta nueva forma de hacer y decir la canción, entre ellos Tania Castellanos, Marta Valdés, Ricardo Díaz, Julio Bequé, Giraldo Piloto y Alberto Vera, entre otros. También favoreció la divulgación de la música popular bailable tal y como lo confirmó el éxito internacional alcanzado por el chachachá.
Desde entonces, Rosendo mantuvo su lucha por la dignidad e identidad de la música cubana; brindó sus conocimientos y experiencias en diferentes instituciones como ICRT, EGREM, ACDAM y la UNEAC, en esta última se desempeñó, como vicepresidente de la sección de Música, en la organización de los festivales internacionales Boleros de Oro.
También sobresalió su labor investigativa en numerosos trabajos teóricos, a partir de profundos análisis críticos publicados en diferentes órganos de prensa que fueron expuestos en eventos tanto nacionales como internacionales; todos relacionados con la vida musical en nuestro país. La veracidad y precisión en sus criterios al enjuiciar y polemizar sobre acontecimientos y sucesos del pasado y presente, distinguió el caudal y madurez de cada una de sus reflexiones.
Su incansable labor fue reconocida con diversas distinciones, entre ellas: Premio Wurlitzer (1955), de la Cadena de comentaristas radiales latinoamericanos por el primer y tercer lugar de popularidad alcanzados por los temas Los Marcianos y Rico vacilón respectivamente; Segundo premio, junto al poeta Jesús Orta Ruíz, en el Concurso de la canción de la amistad (1964), realizado por la radio checoslovaca; Premio de la industria fonográfica mexicana (1980). Por su aporte junto al maestro Enrique Jorrín al desarrollo de la industria discográfica de ese hermano país se les otorgó a ambos medallas y diplomas de la cadena de comentaristas radiales de Latinoamérica radicada en México (1980) por haber mantenido durante veinticinco años y en plena vigencia la música de estos dos destacados compositores. Ese mismo año se le impuso la distinción por la Cultura Nacional y el Premio de la UNEAC, por el conjunto de toda su obra.
BIBLIOGRAFÍA
Contreras, Félix: Porque tienen filin. Editorial Oriente. Santiago de Cuba. 1989.
León, Argeliers: Del Canto y el Tiempo. Editorial Pueblo y Educaciòn. La Habana, 1974.
Marín, Azucena: “César Portillo de la Luz: el filin soy yo”, en Revista Tropicana Internacional, No. 5. La Habana, 1997.
Martínez, Mayra A.: Cubanos en la Música. Editorial Letras Cubanas.
Ruíz, Rosendo: «José Antonio Méndez, el King”, en Revista Tropicana Internacional, No. 5, La Habana, 1997.
Valdés, Alicia y Juan Manuel Villar: Nosotros y el Bolero. Impresión Ligera CIDMUC. La Habana, 1989.
OTRAS FUENTES
Entrevista realizada al compositor Rosendo Ruíz Quevedo. 25-V-1998.
Materiales del archivo personal del propio compositor.