Nelson Valdés: «Alzar la voz»

Su voz inconfundible; su facilidad para la palabra y, por lo mismo, para la canción; su furia; su alegría; su manera única de entregarse al oficio; su tenacidad; su constancia; su encaprichada voluntad para seguir creyendo: todo eso es Nelson Valdés. Al menos, el Nelson que hoy recorre esperanzado las heridas de esta geografía.

La obra de Nelson comenzó a crecer temprano. Por los bordes de sus canciones se derramaba la emoción. Más que decir, más que contar, tenía demasiado que sentir. Luego apostó por un regreso a las raíces. Se nutrió de todos esos nichos de sabiduría que reposan en nuestra cultura cubana. Agradecido aprendiz, más tarde se dedicó a pagar tributo a quienes le enseñaron que en la canción, como en la guerra, es mejor marchar desarmados que con escopetas de feria. Así ha viajado nuestro Nelson, y así llega a este momento de madurez.

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Tony Ávila: «Universos»

Aunque no pocos asocian a Tony Ávila solo con la guaracha y el doble sentido de sus textos, en la cuerda de figuras como Ñico Saquito y Faustino Oramas «el Guayabero», semejante aproximación resulta muy reduccionista. Quien revise la obra de este habanero por nacimiento y cardenense por adopción, se percatará que él es un trovador en toda la extensión del término. En su repertorio podemos encontrar piezas que van desde el son hasta la canción, pasando por el bossa-nova, con temáticas que abordan problemáticas sociales tanto cubanas como de carácter mundial.

Buena muestra del amplio diapasón que tipifica el quehacer de Tony Ávila se pone de manifiesto en Universos, disco que ve la luz a través del sello Bis Music y con producción a cargo de José Manuel García Suárez. Tengo que decir que desde que escuché por primera vez de forma íntegra este fonograma, he repetido su audición en reiteradas ocasiones dada la variedad y riqueza del material.

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«El café de los felices»

Para suerte de aquellos que tienen la capacidad de crear, el arte siempre ha funcionado como válvula de escape, como catalizador de vivencias y emociones. Cada sujeto es un mundo, a veces hasta dos. En algunos, estos se complementan de tal manera que generan un único universo creativo, una única verdad.

Desde El café de los felices, Vicente Alejandro Trigo echa a andar. Se cuestiona, se revisita, se descubre, se desgarra, se construye y se desnuda. Después de casi tres años de proceso creativo, período que estuvo mediado por la quietud e incertidumbre pandémicas, Vicente A. Trigo se presenta por primera vez con un trabajo en solitario: un álbum doble compuesto por dos EP de seis temas cada uno, en los que plasma sus sonidos e influencias. Los EP -uno más acústico/tradicional y otro más alternativo/contemporáneo- están cuidadosamente pensados, agrupando temas semejantes en estilos y temáticas. A su vez, el acople permite trazar de forma lógica y coherente ese camino de introspección que recorre el cantautor.

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Miriam Ramos: joya de la canción cubana

María Victoria Rodríguez: «Que hablen si van a hablar»

A década y media de su ópera prima discográfica (Santa Lucía, 2007), María Victoria Rodríguez regresa al mercado del disco con su sexta propuesta para ratificarse como artista de un histrionismo apabullante, el mismo que le permite esta vez adentrarse con éxito en la escena de la música popular bailable contemporánea.

En una isla plagada de agrupaciones soneras, salseras y timberas, donde sobreabundan los intérpretes masculinos y son contadas las mujeres que han marcado la diferencia, María Victoria asume el reto y logra distinguirse. Por años, y desde una mirada reduccionista, se le ha circunscrito al universo de la música campesina; asociación comprensible, si se tiene en cuenta que la propia cantante ha privilegiado ese rubro en su repertorio. Su timbre ha sido comparado con el de La Reina de la Música Campesina y la propia Celina González reconoció en ella a su más fiel heredera.

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