Por: Miguel A. Castiñeira. Periodista 1
Su voz inconfundible; su facilidad para la palabra y, por lo mismo, para la canción; su furia; su alegría; su manera única de entregarse al oficio; su tenacidad; su constancia; su encaprichada voluntad para seguir creyendo: todo eso es Nelson Valdés. Al menos, el Nelson que hoy recorre esperanzado las heridas de esta geografía.
La obra de Nelson comenzó a crecer temprano. Por los bordes de sus canciones se derramaba la emoción. Más que decir, más que contar, tenía demasiado que sentir. Luego apostó por un regreso a las raíces. Se nutrió de todos esos nichos de sabiduría que reposan en nuestra cultura cubana. Agradecido aprendiz, más tarde se dedicó a pagar tributo a quienes le enseñaron que en la canción, como en la guerra, es mejor marchar desarmados que con escopetas de feria. Así ha viajado nuestro Nelson, y así llega a este momento de madurez.
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